DESDE LA ATALAYA DE LA VIRGEN DEL CARMEN
Tiempo litúrgico preferido. El adviento es como una joya.
Pequeña y valiosa. Breve e intenso, el adviento nos pone
ante lo más genuino de nuestra humanidad: el deseo.
¿Qué espero cada mañana? ¿A quién busco en cada
cosa que hago? ¿Hacia dónde dirijo la mirada?
Manifiesta que el corazón de todos los hombres es
espera. No sabemos de qué modo se realizará, pero
esperamos. Lo más difícil que me he encontrado en mi
vida sacerdotal ha sido la desesperación. Recuerdo
ocasiones en que ante situaciones personales
dramáticas, no sabía qué decir, qué aconsejar, cómo
acompañar. De pronto, cuando se abría un pequeño
resquicio, podía comprobar cómo entraba la luz a
raudales. Como cuando pones un bebé en las manos de
un anciano. Toda su melancolía desaparece. La cara se
ilumina. Como cuando Gloria vio aparecer a su hijo el día
de sus 96 cumpleaños. Se da la providencia que este
primer domingo de adviento coincide en nuestra
comunidad parroquial con las confirmaciones de cerca
de 90 jóvenes y adultos. “Ven Señor, Jesús. Ven Espíritu
Santo” hemos repetido insistentemente estos días. Ese
es el grito del adviento. Verles con toda la tensión previa
a la celebración expectantes del Espíritu, me pone a mí
también nervioso -en el mejor sentido del término. No
reduzcamos el adviento a una serie de “obra buena del
día” que prepara el camino del Señor. Saquemos nuestra
humanidad a paseo para pedir con toda nuestra nada:
VEN SEÑOR, JESÚS. En comunión, vuestro párroco.
Gracias de corazón a la parroquia de San Ignacio de Loyola
Carta testimonio en agradecimiento a nuestra comunidad Parroquial de nuestro querido Seminarista Miguel Fragoso
21/09/2022 – Fiesta de San Mateo, apóstol y evangelista
Parece que fue ayer que el Sr. Rector del Seminario de Madrid me destinaba a la parroquia de San Ignacio de Loyola, y pasaron ya 9 meses de gracia, que me cambiaron el corazón y me hicieron crecer.
Este verano, me pidieron regresar al Seminario, para que me pueda dedicar más a la oración, y seguir formándome académicamente. Así, por una parte, es con gran dolor que dejo esta parroquia que tanto me cuidó, y que intenté también yo cuidar, pero es también con gran ilusión que abrazo la nueva misión que el Señor me pide, a través de Su Iglesia, que es Madre y sabia.
Gracias a los sacerdotes por su amistad, ejemplo, consejos y, sobre todo, por el perdón y la Salvación de Dios en los Sacramentos de la Confesión y de la Eucaristía.
Gracias a las hermanas APCS que todos los días me enseñaban con su ejemplo a trabajar para Dios, sin que la mano izquierda supiera lo que hace la derecha, en la sencillez del escondido que ve el Padre que está en el Cielo.
Gracias a las familias que me acogieron y cuidaron en sus casas como uno más. Cuantos ejemplos del Amor de Dios, que es Trinitario, en vuestras relaciones familiares, en vuestra acogida, en vuestro cuidado.
Gracias a las comunidades del Cenáculo, Betania y a los jóvenes de Effetá, que me acompañaron en la oración y me enseñaron a ser más sencillo de corazón, con su ejemplo, y a abrirme a Dios desde mis miserias y limitaciones, para que Dios pueda hacer su obra en mí corazón.
Gracias a los grupos de matrimonios jóvenes que tuvieron la valentía de iniciar su familia poniendo a Jesús en el centro de sus vidas, como Luz que ilumina el Camino para la felicidad Eterna.
Gracias a los enfermos a quien tuve la gracias de visitar, acompañado de Jesus sacramentado. Que milagro cada uno de estos encuentros y cuantas lecciones de vida aprendidas en cada mirada, en aceptar la cruz de cada día que permite seguir caminando con el Señor, en la devoción con que recibían la Comunión.
Gracias al Colegio San Ignacio de Loyola y a la residencia de ancianos Santa Maria de los Ángeles que, teniendo ritmos muy distintos y misiones distintas, guardan un mismo tesoro: ¡corazones de niño que nos acercan al Reino de los Cielos! Gracias a las directoras de estas dos instituciones que, juntamente con sus equipos, nos enseñan que la verdadera alegría está en el amor al prójimo, poniéndonos a su servicio.
Gracias a la FP por enseñarme a mirar cada vida con la mirada de misericordia y de esperanza del Señor y por tener en la base de su plan de estudios el amor.
Gracias a todos los parroquianos porque habéis dado sentido a mi vida y me habéis fortalecido en el camino vocacional con vuestra oración, con vuestro ejemplo y con vuestra sed de Dios.
Mañana iniciaré la semana de ejercicios espirituales que antecede el ritmo normal del curso en octubre. Me encomiendo especialmente a vuestras oraciones a la vez que os aseguro la mía, y aquí me tenéis para lo que haga falta.
Pidiendo perdón por todo lo que hice mal y por lo que quedó por hacer, os dejo un abrazo en los Corazones de Jesús y de Maria y quedo a vuestra disposición para lo que haga falta.
Miguel Fragoso