SAN IGNACIO DE LOYOLA,

Titular de nuestra Parroquia

Albert Chevallier-Tayler, Ignacio convaleciente en Loyola, 1904

San Ignacio nació en 1491 en el castillo de Loyola, en Guipuzcoa. Su padre, Bertrán de Loyola, y su madre, Marina Saénz, de familias muy distinguidas, tuvieron once hijos: ocho varones y tres mujeres. El más joven de todos fue Ignacio.
Entró en la carrera militar, pero en 1521, a la edad de 30 años, siendo ya capitán, fue gravemente herido mientras defendía el castillo de Pamplona. Al ser herido su jefe, la guarnición del castillo capituló ante el ejercito francés. Los vencedores lo enviaron a su castillo de Pamplona a que fuera tratado de su herida. Le hicieron tres operaciones en la rodilla, dolorosísimas, y sin anestesia; pero no permitió que lo atesen ni que nadie le sostuviera. Durante las operaciones no prorrumpió ni una queja. Los médicos se admiraban. Para que la pierna operada no le quedara más corta le amarraron unas pesas al pie y así estuvo por semanas con el pie en alto soportando semejante peso. Sin embargo quedó cojo para toda la vida.
A pesar de esto Ignacio tuvo un modo muy elegante y fino para tratar a todo tipo de personas. Lo había aprendido en la Corte durante su niñez.
Mientras estaba en convalecencia pidió que le llevaran novelas de caballería, llenas de narraciones inventadas e imaginarias. Pero su hermana le dijo que no tenía más libros que “La vida de Cristo” y “El año cristiano”, o sea la historia del santo de cada día.
Y le sucedió un caso muy especial. Antes, mientras leía novelas y narraciones inventadas, en el momento sentía satisfacción, pero después quedaba con un sentimiento horrible de tristeza y frustación. En cambio ahora, al leer la vida de Cristo y la vida de los santos sentía una alegría inmensa que duraba por días y días. Esto lo fue impresionando profundamente.
Y mientras leía las historias de los grandes santos pensaba: ¿y por qué no tratar de imitarlos?. Si ellos pudieron llegar a ese grado de espiritualidad, ¿por qué no lo voy a lograr yo? ¿Por qué no tratar de ser como San Francisco, Santo Domingo, etc…? Estos hombres estaban hechos del mismo barro que yo. ¿Por qué no esforzarme por llegar al grado que ellos alcanzaron?. Y después se iba a cumplir en él aquello que decía Jesús: “Dichosos los que tienen un gran deseo de ser santos porque su deseo se cumplirá” (Mt 5,6), y aquella sentencia de los psicólogos: “Cuidado con lo deseas porque lo conseguirás”.
Su conversión: Mientas se proponía seriamente convertise, una noche se le apareció Nuestra Señora con su Hijo Santísimo. La visión lo consoló inmensamente. Desde entonces se propuso no dedicarse a servir a gobernantes de la tierra sino al Rey del cielo.
Apenas terminó su convalecencia, se fue en perigranación al famoso Santuario de la Virgen de Montserrat. Allí tomó el serio propósito de dedicarse a hacer penitencia por sus pecados. Cambió sus lujosos vestidos por los de un pordiosero, se consagró a la Virgen Santísima e hizo confesión general de toda su vida. Y se fue a un pueblecito llamado Manresa, a 15 km de Montserrat, a orar y a hacer penitencia. Allí estuvo un año. Cerca de Manresa había una cueva y en ella se encerraba a dedicarse a la oración y a la meditación. Allá se le ocurrió la idea de los Ejercicios Espirituales, que tanto bien iban a hacer a la humanidad.
En 1523 se fue en peregrinación a Jerusalén, pidiendo limosna por el camino. Todavía era muy impulsivo y un día casi ataca a espada a uno que hablaba mal de la religión. Por eso le aconsejaron que no se quedara en Tierra Santa donde había muchos enemigos del catolicismo. Después fue adquiriendo gran bondad y paciencia.
San Ignacio murió repentinamente el 31 de julio de 1556. Fue beatificado el 27 de julio de 1609 por Pablo V, y canonizado en 1622 por Gregorio VI.